miércoles, 29 de abril de 2020

Marx: a propósito de la estética



Paul Ricoeur bautizó a Marx, junto a Freud y Nietzsche, como parte de los “filósofos de la sospecha”, ya que demostraron la falsedad de la ilustración en sus valores de racionalidad y verdad. Marx fue un constructor de sistema filosófico, que puso de centro a la economía. Su método de análisis proviene del Materialismo Dialéctico; heredando el modelo de síntesis, coloca el movimiento de la historia y sus agentes en un flujo hacia la conciencia de clase que, en términos de contrarios, haría emerger la revolución.
El análisis del Capital marcó el gran cambio de paradigma en occidente.
Karl Heinrich Marx​​ no tenía la intención de publicar sus manuscritos. Se trata de apuntes incompletos e intuiciones sin desarrollar; no estableció una estética, si bien comparte cierto interés de la época por el Realismo como forma artística característicamente socialista; donde la obra artística no se reduce a sus ingredientes ideológicos ya que cumple con una función cognoscitiva: una representación de la realidad exterior y la expresión de la subjetividad. No obstante, muchas de las ideas sobre el arte desarrolladas tardíamente por sus seguidores, reestablecen osadas inferencias de la operación de sus categorías, algunas bastante válidas y otras sostenidas en el vilo de la interpretación.
La obra marxiana temprana establece conceptos operantes en toda la filosofía del trabajo: coloca en el centro de su significación conceptos tales como “fuerza de producción”, “división del trabajo”, “naturaleza objetiva”, “enajenación/alienación”. Sus aportaciones teóricas surgieron del análisis de Hegel y de sus estudios de economía política.
Marx nos habla del proceso de mercantilización del Capital en el que la propiedad privada se configura como producto de alienación, de esta forma el comunismo preserva el modelo deseable para insuflar autonomía en los agentes de la historia. La división entre proletariado (capaz de vender su fuerza de trabajo) y burguesía (como dueña del capital) persiste en la actualidad. A este respecto, en los Manuscritos del 1844: “el trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general”.[1]
Lo que el trabajador aporta en el intercambio con el capitalista es un producto, siendo simplemente dueño de su potencial, una mercancía poseedora de un valor de cambio determinado por la cantidad de trabajo que se ha necesitado para producirla. Es aquí donde nace la objetivación del valor del trabajo, desde la facultad y fuerza empleada.
En el intercambio objetivo del trabajo se dimensiona la facultad subjetiva, donde las capacidades esenciales del hombre aparecen, no sólo como unos instrumentos o medios de producción que condicionan la propia alienación. La relación del trabajador con el producto aparece en el trabajo como una relación con un objeto extraño, ajeno, independiente del productor. La división del trabajo que Marx pudo observar durante la revolución industrial demostraba la pérdida de autonomía y el fácil reemplazo del sistema de producción.
El trabajo enajenado, en la medida en que convierte el ser genérico del hombre en un simple medio para su existencia individual, lo hace un ser ajeno y extraño a sí mismo. La fuerza de trabajo es una mercancía que sólo es realizada como tal en cuanto es enajenada para otro que hace uso de ella. El obrero vende su fuerza como mercancía que es cambiada por dinero, dinero que, de hecho, sirve para consumir productos dados por el capital.
La circulación mercantil “es el movimiento en el que la enajenación general se presenta como apropiación general y la apropiación general como enajenación general”.[2] Si el trabajador intercambia el trabajo objetivado y “el capital lo adquiere, en virtud de un intercambio, como trabajo vivo, como fuerza productiva universal de la riqueza; actividad acrecentadora de la riqueza”[3]. Es así como se entiende la alienación.
En el Capitalismo persiste la esfera del Valor de Uso sobre el Valor de Cambio. En su producción, la actividad finalizada para la realización de un Valor de Uso específico, al interesarse por el Valor y no por la cosa, el capitalista convierte en prioritario no el trabajo concreto, cualitativamente distinto, sino el elemento abstracto que une todas las actividades particulares finalizadas: el simple gasto de fuerza humana del trabajador.

Para finalizar, frente a las restricciones espaciales, quisiera agregar un comentario por demás ocioso, y es que me resulta particular que en la actualidad se enseña más sobre Marx y el flujo del Capital en universidades de modelos neoliberales que en escuelas y grupos considerados socialistas.






[1] Marx, C. (1969). Manuscritos: economía y filosofía. 2" ed. (F. Rubio Llorente, trad.). Madrid: Alianza Editorial, p. 55
[2] Ibid.: 94
[3] ibídem

3 comentarios:

  1. Conocemos al Marx que fundaba su teoría en en el capital desde la producción. NO alcanzó a prever, el capitalismo que campea hoy, y que deja la mirada de la mercancia, y la proyecta en la especulación de la moneda, el monetarismo, que afinca MIlton Freidman, y apuntala el nefasto neoliberalismo.

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  2. Desde la mirada estética, el neoliberalismo, observa el arte desde la capacidad que este tenga, para servir de fuente especulativa, no comercial. UN abrazo

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    1. Puf, la lectura de Marx es insuperable. Actualmente en los colegios de corte neoliberal se enseña mucho más que en los ideales socialistas. Le debo mucho al autor. Gracias por pasar.

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