La novela psicológica refiere a un
estilo narrativo que ahonda en la explicación sobre la condición humana,
mediante de la interiorización de la psique
del personaje; los recursos de los que el autor se puede valer son muy variados
y no excluyentes: monólogo, diálogo interno, rememoración (coincidente con el flashback), cartas, diarios. A través de
todos estos aspectos narrativos, se diversifica la extensa amplitud de
posibilidades diversificadas sobre el abanico extenso de contradicciones
humanas, donde los sentimientos, pensamientos y libre flujo de consciencia se
encuentran muy por encima de la composición de trazo de acción.
En el realismo, los autores se centran en la realidad más próxima, no
ficticia o inventiva; como consecuencia suele describir la sociedad
contemporánea del autor. Se considera que la obra pionera de este género
narrativo se remonta al Japón del siglo XI adjudicada a Murasaki Shikibu e
intitulada la Novela de Genji, o Historia de Genji. En dicha obra, se
puede vislumbrar la composición interna de los personajes desde la aguda
sutileza de la autora, dado que, por estar enmarcada en la realeza del período
Heian, la forma de referir a las mujeres es a través de la descripción de su
aspecto, mientras que los personajes masculinos son denominados por título,
haciendo que dicha obra se enmarque no como novela histórica, sino como una
composición que a su vez incluye paráfrasis de poesía, instaurada en profundas
cavilaciones.
La
novela occidental que continuó con el abanico de posibilidades psiconarrativas
del constructo interior es el Quijote de
la Mancha, un hito en la literatura hispana. Mediante este angustioso
personaje, el autor vela satíricamente muchas de las elucubraciones y
disociaciones mentales del personaje. Si bien está construido en un conjunto de
acciones que lo conducen al apego de muchos géneros clásicos, la revelación de
sus ensoñaciones, tanto como el trasfondo de sus actos, posibilitan la
interpretación de una psique enferma, desde el esquema de la tragicomedia.
Las
obras analizadas por el realismo
psicológico que nos han legado el siglo XIX expresan la complejidad del
interior psíquico conducido a la debacle humana, una realidad compleja con una
dimensión extendida que rige fielmente la crisis existencial de nuestro avatar
epistémico; algunos ejemplos son Crimen y
castigo o Los hermanos Karamazov de
Dostoievski. En estas obras el autor transmite fragmentos de la historia a
través de monólogos o discursos en la voz de un personaje; puede sentirse confusión
moral entre la voz del personaje con la del propio autor en muchas ocasiones
además de que construye diálogos del personaje consigo mismo.
Stendhal en Rojo y negro, nos habla de un joven,
modelo de las ambiciones y frustraciones de la sociedad francesa,
contextualizado en la contraposición de la emergencia de clases sociales. Con un advertido sentido crítico, sus
personajes persiguen la felicidad a través de su propio beneficio; pasional,
con una notada sensibilidad, la obra obtiene una expresión objetiva de la época
aunada a un notable individualismo casi filosófico.
Personalmente, dos
obras del existencialismo que me resultan inusitadas en el análisis del realismo psicológico son: La nausea y El extranjero. De Jean Paul
Sartre y Albert Camus respectivamente. Éstas observan desde el distanciamiento
psíquico posterior a la posguerra, el prototipo de hombre escéptico, perdido en
un mundo en el cual nada le afecta o lo que le afecta procede de un profundo
sentido de vacío interno. Marginados de una sociedad pobre e incomprensible, la
muerte le sobreviene insignificante, el único dolor que precede es el de la
sensación, la percepción. Estas novelas muestran fielmente la crisis existencial
contemporánea, donde los autores se abstienen de proyectar la crítica moral
sobre los personajes; no crean para ellos un argumento con un sentido
aristotélico de acción, ni los describe minuciosamente, esa distancia de
afectividad interna produce un desasosiego y una angustia existencial que se va
a ver reflejada en la obra. La espontaneidad de los diálogos facilita en gran
medida la lectura de la obra pero no deja de azorar un propio sentimiento de
nimiedad frente a la condición humana.
La literatura
realista occidental surge en la segunda mitad del siglo XIX en
contraposición al romanticismo, que tendía a elevar los rasgos de los
personajes a la sublimidad; intentando
trasladar la realidad, representarla con el máximo grado de verosimilitud. No
obstante, el término realismo
psicológico, ha aparecido en las recientes líneas de investigación, por lo
tanto su tematización no contiene tantos elementos comunes, si se puede fijar algunos
rasgos esenciales en las novelas realistas
psicológicas sería que la compleja interioridad humana, donde el factor
omnisciente, omnipotente y heroico de los personajes se ve contradicho por la
naturaleza de la posición humana. En ella las pulsiones, apetencias,
contradictorios deseos y motivaciones se imprimen en la problemática o la
propia percepción que genera cercanía por el personaje, principalmente al
comprender el interior de sus apetencias.
La estructura
narrativa puede no apegarse a los esquemas clásicos, debido a que el desarrollo
de las acciones de los personajes suele estar lleno de profundas problemáticas
internas, posicionadas en primer plano, es decir, que gracias a este complejo
entramado, el Realismo psicológico
tiene por componente esencial el desarrollo interno de la problemática del
personaje, lo que eventualmente genera empatía con los lectores.
Formalmente el
rasgo que define a esta clase de novela es la búsqueda de la verosimilitud,
para ello se vale de diferentes recursos, como pueden ser las descripciones muy
pormenorizadas; los personajes que evolucionan a lo largo de la obra y aparecen
en varias obras del mismo autor. Es posible que en la novela de este género se
unan los hechos históricos con la ficción; los personajes reales con los
inventados
A grades rasgos, el
modelo de análisis del realismo
psicológico implica el descubrimiento de las problemáticas internas de
personajes con un amplio sentido de realidad humana, sin enjuiciarlos, para
tratar de describir las cualidades internas a su trazo desde su imitación por
la realidad. El tiempo, la estructura narrativa, el espacio, se sobrevienen en
la interioridad del narrador, pues éste apuesta por dominar la totalidad de la
obra, haciendo de sus cavilaciones el sentido íntimo al que se apuesta. Donde
tanto sus argumentos, justificaciones, acepciones rebasan el escenario completo
de sucesos.
Filosóficamente el concepto de poiesis derivado de ποιέω, ‘hacer’ ha devenido al lenguaje occidental de la obra El banquete, de Platón, en el discurso
de Diotima; posteriormente el término Poética en la ciencia Nomotética, el
primer estudio sistemático sobre los rasgos del arte, la epopeya y la tragedia
de Aristóteles; en su obra La poética, comprendida
en Perihermeneias (de la interpretación);
en esta obra, a grandes rasgos Aristóteles nos habla de elementos
fundamentales dentro de la estructura dramática, que otorgan unidad de sentido, a una obra.
Posteriormente la obra de Martín Heidegger El origen de la obra de arte contenida
en el libro Arte y Poesía nos habla
de la naturaleza de la poética como desocultamiento, o develación del ser
substancial. En ella se expresa la relación de poesía y verdad con mayúsculas.
En términos literarios Paul Valéry
planteó la poética como objeto de
estudio en la creación, cerca del año 1937 determinando rasgos esenciales la
producción de la obra en su universo y la relación entre autor, la obra y el
lector; por otro lado se encuentra la valoración de la obra, avalada por los
especialistas, que garantiza su transmisión a las futuras generaciones; y la
observación del espíritu que produce
la obra, siendo este mismo el que produce un valor.
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