El
ensayo La obra del arte en tiempos de su
reproductibilidad técnica publicado en 1936, por el pensador marxista
Walter Benjamin, acuña la nomenclatura estetización de la política en
relación a la muerte del Gran Arte en la tecnología y la ideología de control,
tanto como la manipulación de masas mediante propaganda, que vendría a
determinar la politización de la Guerra.[1] La reproductibilidad técnica
incrementa las posibilidades de exhibición de las obras de arte, su alcance y
recepción masivos
Benjamín demuestra que no se puede pensar la autonomía del
arte con respecto a las diferentes esferas de la vida, por ello insiste en su
relación con el ámbito de la política. Como pensador postmarxista sugiere que
el arte en su relación con la técnica deviene de un principio fundamental del
materialismo histórico, es decir, analiza las tendencias del desarrollo del
arte bajo las condiciones de producción que determinan las prácticas técnicas y
sociales.
En el prólogo a la obra advierte: “El revolucionamiento de
la supraestructura avanza mucho más lentamente que la infraestructura, ha
requerido más de medio siglo para hacer vigente todos los ámbitos culturales a
la transformación de las condiciones de producción”.[2]
Walter Benjamin al introducir el término de politización de la estética explica un
fenómeno relacionado con la guerra y la espectacularidad de los medios, que se
da porque nada queda en absoluto de aura. Su pérdida anuncia el final de los
grandes tópicos, metanarrativas propias del modernismo, dominadas por
categorías temporales. Es en ese sentido que los lenguajes culturales presentan
categorías renovadas: estatus, consumo, vanaglorias impersonales y necesidad
réplica. Lo que Benjamín advertía era lo que se presenta hoy en las modas,
reproductibilidad técnica de idearios estéticos bajos.
Los análisis sobre fotografía y cine, litografía y técnicas
de reproducción a lo largo de la historia del arte sugieren pensar en la muerte
de la autenticidad de una obra a través de su reproducción, ya que el nivel de
autenticidad, valor y disciplina que se inscribía en el oficio del pintor
creador genera una distancia. El aura, muy cercana a la noción de sacralidad
religiosa y teleológica, explica la valoración de culto como también la función
ritual que dotaba a una obra ejemplar de un
carácter único y duradero. En ese sentido es que el arte de la
estetización política afirma una teología negativa del arte[3].
La distancia con el arte hegemónico es percibida en la
ausencia de originalidad, principalmente por la sobreproducción de piezas
artísticas que contribuyen a la diseminación de la obra. La distinción del arte
en una época capaz de producir y reproducir objetos divisa la pérdida de valor
de autenticidad en una obra, en términos de Walter Benjamin, su carácter de aura, definida como: “Un peculiar
entramado de espacio y tiempo: fenómeno único de lejanía por muy cercano que
esté"[4]
En la perspectiva estética benjaminiana las condiciones
históricas de un arte reproductible promueven la disolución entre la cultura de
masas y arte culto. Al volverse sinónimos, la degeneración del gusto genera la
parodia de todos los estilos artísticos en materiales innobles:
"…la reproductibilidad técnica de la obra de arte la emancipa
por primera vez en la historia mundial de su existencia parasitaria respecto
del ritual"[5]
[1] el Arte en mayúsculas sugiere una esencia independiente del
discurso y la política, un producto del espíritu destinado a suprimir la
alienación, que difiere del arte con minúsculas situado en la época de su ocaso
y reproducción. Cfr. BENJAMIN,
W. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica,
México. Ed. Itaca, 2003, págs. 96-99 passim
[2] Idem.
Pág. 33
[3] Se
entiende una clasificación de teología positiva y negativa del arte según el
cual el “arte por el arte” es una versión utópica destinada a cumplir la
posibilidad de inteligibilidad de la realidad del arte puro.
[4] El autor supuso la desacralización del arte
contemporáneo, un siglo después de Hegel problematizó sobre en qué medida los
cambios producidos en la experiencia artística dependen de los cambios
histórico-culturales. Cfr. BENJAMIN,
W. óp cit págs. 236-240, 440 passim.
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