viernes, 3 de mayo de 2024

Opinión entorno a la génesis de la Danza

 

La Danza como disciplina artística corre el riesgo de disolverse si continúa contemplándose a sí misma sin fundamentos ni origen. La Danza que aspira a comprenderse en una renovación conceptual, quizá en su vertiente abstracta, moderna, contemporánea o posmoderna necesita establecer definiciones diferenciales de otros constructos sociales que la interceden. Al generar una definición resulta necesario poner un fundamento a la misma.

El objetivo de la investigación ha sido el de comprender la construcción de Arte como una actividad especializada, adjunta a otras actividades culturales propias del modelo social y económico que legitima la estética. Ante la visión de Danza disciplinada se ofrecen también configuraciones socio-políticas, que justifican la pertinencia de la misma en la formación del individuo: propicia en el desarrollo de la conciencia, gracia, belleza y fortaleza.

En la Grecia Clásica, se ha tomado de marco referencial la cumbre de la ascendencia de los estudios estéticos y de la sensibilidad, si bien por principio las fronteras entre teatro, plástica, danza y literatura se difuminan en un espejo que le devuelve a la Danza artística su imagen ampliada y, hasta cierto punto deformada de sus propios orígenes como creación artística; también opone su vía de diferenciación entre prácticas de baile extático y eufórico.

El esplendor de una sociedad sofisticada y productiva que ha podido centrar una pedagogía de las Artes en la formación integral de la ciudadanía, ha sido en parte por la aceptación de pautas diferenciales en la economía. Por principio la esclavitud posibilitó a la Danza como modo de vida especializada, ya que se soporta en un modelo económico que posibilita una entera dedicación  Sin esclavitud, no habría tiempo de contemplación para los ciudadanos más favorecidos, Aristóteles justifica en qué sentido es propio de los esclavos pensar en un Telos que advierte no poseer cualidades para desarrollar habilidades de sensibilidad.

Con la investigación se ha tratado de dar bases para demostrar, en qué sentido la Danza artística es un lenguaje, en un modo primigenio, con fuentes y bases en los cannones que determinaban pasos como modos de concreción de la expresividad. Siendo y no siendo modelo de perfección, orden y método. Se separa y anuda con otras expresiones propias de la época: habita modos de presentación en el teatro, plástica, literatura e incluso filosofía.

Con la Danza coral se halla la revalorización de la dimensión cotidiana, incluyendo en esta apertura la palabra, el ruido del ambiente, en lo que constituye la irrupción de la música concreta al servicio de la danza; la elección por superficies naturales como la tierra, hojas secas, flores, e incluso el agua, son parte del estilo que alcanza su más plena expresión en las obras ambientales.

La Disciplina en el cuerpo de los bailarines sugiere por qué el virtuosismo técnico, ha hecho a la danza  entrar en la categoría de las bellas artes. La palabra en alianza con la música y la danza está en principio al servicio de los dioses, pero progresivamente el culto divino comparte su exclusividad con el culto al hombre, a la sociedad organizada dentro de la polis

La época en que la Danza nació como actividad espectacular es diferencial de cualquier momento en que se vislumbraron cannones estéticos. En esta dicotomía entre reglas y libertad de movimiento, la dualidad que representa el ejercicio de interpretación dancística va ampliando sus fronteras, y lindes; dejando de ser un género teatral diferenciado, para constituirse en una manifestación más de los procesos de hibridación propios de la sensibilidad de una época.

Habría de establecerse un puente entre el sentido de la libertad y el de Areté. Como se ha demostrado en la exposición, parte de la idea de excelencia areté estaba íntimamente ligada con el desarrollo pleno de potencialidades como la danza y la música. El sentido que dará Platón a la importancia de la danza en la formación del individuo sugiere también que el desarrollo de toda excelencia está en la indisoluble unidad trascendental de valores ideales.

Se puede hablar de que en la formación del ciudadano libre la instrucción de la danza implicaba un forma de adecuarse al método, al orden en el sentido de disciplina y en ellos el cuerpo no estaba peleado con la justa y perfecta razón. y ésta en buena medida con la danza, aprendida a través del canon. La Danza destinada a la contemplación, tiene de su lado la especialidad pero también una demanda por parte del espectador que se convierte, también en el organizador de sus impulsos y de su experiencia estética. Por medio de la catarsis moviliza internamente la agresión no ejercitada o identificación de mímesis.

La Danza disciplinada, también identificada por ejemplo con danza de guerra, nace en el contexto de la agitación de las grandes ofensivas griegas de comienzos del siglo de Pericles. Aquí la actividad especializada se integra en los modos de vida, propios del condicionamiento en todas las esferas y potencialidades del individuo. Es decir, como construcción de la ciudadanía. Ya que, el concepto de ciudadano estaba articulado con la libertad, se puede establecer un puente en qué medida el conocimiento de reglas deja un margen de elección, tal y como sucede en la libertad corporal en base al sistema que desarrolla y regula su función.

En relación al perfeccionamiento ciudadano mediante estrategias de Danza Guerrera, hallamos que la cartografía de los comportamientos humanos agresivos y potencialmente destructivos, latentes en la naturaleza humana, uno de los de elementos que concurre en la configuración de las artes escénicas es la dialéctica defensa-agresión. La expresión corporal escenifica la agresión ritualizada como campo de enfrentamiento en el que comparece la tensión, la competencia y el origen genético del comportamiento teatral, erótico y thanático, desde las estrategias representacionales y modelos de seducción y agresión litúrgicos.

La Danza tradicional, vinculada a la estructura y molde fue transformada mediante los rituales dionisiacos, en una nueva estética de movimiento corporal donde no impera ya el valor de la métrica, el ritmo, los saltos y pasos previamente establecidos. En las dionisiacas es difícil diferenciar su valor como danza o como fenómeno estrictamente social, pues en ella se recupera el movimiento libre, una interacción más dinámica con el espacio, y la posibilidad de la autoexpresión corporal. Pero por otro lado, habría un conocimiento previo de estructura. Si bien Platón por otro lado condenó la actividad de bailar con éxtasis es inefable su nivel.

El concepto de "danza extática", o Dionisiaca que apareció en los círculos especializados a fines de imperio, refiere a un conjunto de rupturas estético-expresivas, entre las que se cuentan la eliminación de la perspectiva unidimensional de los cannones en provecho de un espacio abierto. El continuo sensual y desbordante de lo humano, en sus manifestaciones aparentemente condenables pueden tener fronteras muy delicadas entre la danza y el baile. Aceptando las condiciones diferenciales entre canon o modelo, tanto como fenómenos sociales. Esto lleva a la utilización de toda la gestualidad del comportamiento cotidiano, tanto en lo íntimo como en lo social. La exploración del lado más ordenado y desesperado del ser humano ha dado paso a un interés antropológico-cultural, tematizando las relaciones entre el individuo y el grupo, con particular atención a las minorías políticas.

La Danza entendida así, ofrece no sólo la metodología adecuada de sublimación, socialización y producción de subjetividad singular y colectiva, en orden a redirigir el potencial thanático-agresivo del comportamiento humano, sino la estrategia que trata sobre cuestiones fundamentales de la condición humana y obligan al ciudadano a  potencializar el encuentro con situaciones extraordinarias o cotidianas en una forma agradable: el amor, la divinidad, la soledad, la frustración y el terror, la infancia y la vejez, la muerte. Pero también la explotación del hombre por el hombre.

Con la evolución de la sociedad y el avance dentro de las estructuras políticas y organizativas, se irá estilizando la danza, que perderá su carácter mágico inicial, para demandar danzarines profesionales. Esta necesidad también surge en el ámbito musical con el desarrollo del virtuosismo solístico. En sus inicios el baile se entreteje en una función más sofisticada hasta dar paso a la especialización.

La Danza disciplinada es propia de un concepto de unidad mucho más genérico sobre la excelencia y la virtud en el librepensador.

 

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Taxonomía de la danza en Grecia

 


La danza en Grecia era como mínimo mimética en el sentido de que, ya fuese en su totalidad o ya fuese por algún gesto, existía un “referente”, un elemento de la realidad discernible y reconocible al que la danza se refería e intentaba poner delante de los ojos del espectador.

Según información de dominio público en el diccionario de James y John Knapton, publicado por la universidad de Cambridge, y publicado en el proyecto Perseo existían las siguientes expresiones de baile que caracterizaré: Las danzas y bailes griegos presentan los siguientes géneros: sagradas, guerreras, gimnásticas, corales, imitativas y cómicas, rituales o de misterio, dionisíacas y orgiásticas, de teatro y de banquetes.

Sólo en Las danzas sagradas de los griegos pasan de 50, siendo las principales “las emilianas”, “las hipórchemas”, “las ginnopédicas”. Entre las danzas sagradas podemos citar también la de los cortejos triunfales y la de los funerales solemnes.

·       Las Danzas Emilianas, poseían una gran dignidad, eran majestuosas, cada vez más perfectas y sus actitudes la de un supuesto diálogo con los dioses.

·       Las Danzas Hipórchemas, en honor de Apolo, más animadas y más próximas al pueblo que tenia derecho a acompañar con ciertos gestos apropiados a los intérpretes, procedían de Creta. Era un canto de danza alegre en el que la danza representaba lo que se decía de palabra.

·       Las Danzas Ginnopédicas, constituían varios grupos, todos los cuales tenían en común que su interpretación se atribuía a jóvenes desnudos, hombres y mujeres, con movimientos de naturaleza gimnástica y de castidad impecable, precedente de los llamados Juegos Olímpicos.

·       Entre las danzas guerreras más típicas están las Pírricas (simulacro de un combate) que se enseñaba a los niños a partir de los cinco años de edad.

·       Las danzas gimnásticas la que mereció predilección por los griegos fue la Anapala, de estilo menos militar y con disciplina estilizada, que bailaban hombres completamente desnudos.

DANZA SAGRADA:

De modo que junto a una realidad del baile como camino hacia la unión con un dios o de celebración del poder de la naturaleza, los griegos la entendían también como expresión de la máxima dualidad del individuo virtuoso. Cuando pierden el carácter totémico y ritual y se patentan en una forma más organizada, la danza es un vehículo de comunión con los dioses.

Una pintura sobre un vaso ilicitano (Ver anexo 8) es de extraordinaria importancia para el tema que nos ocupa, representa a una dama colocada de frente, vestida con chitón griego, con el brazo derecho levantado en alto, de manera que casi toca el de su compañera, de la que se ha perdido el cuerpo, rodeada de animales, peces, aves y un conejo y de rosetones.

 Esta figura se interpretó desde el primer momento como la imagen de una bailarina sagrada, rodeada de los símbolos de la gran diosa de la fertilidad, la Astarté de los fenicios, la Tanit de los púnicos, diosa que contaba en Ilici. Los atributos que rodean a la bailarina, no se puede dudar de que la dama interpreta un paso de danza, ya que levanta los brazos. Tendríamos, pues, una representación de la dama efectuando un ritual en honor de la gran diosa de la fertilidad semita, bien se llame Astarté o Tanit. Va acompañada de dos tocadores de doble flauta, lo que prueba que la música y la danza eran parte integrante del ritual de la gran diosa de La fecundidad, cuyo culto trajeron al Occidente los fenicios y los focenses.

DANZA CORAL

 La poesía de Safo está destinada al canto coral, como es el caso de los epitalamios, pero también al canto solístico, facilitado por el intimismo de su lírica, donde la voz se solía acompañar de la lira o instrumentos similares de origen oriental (péktis, bárbitos), si nos atenemos a la referencia que hace de ellos en sus poemas. En la época de Safo, entre los siglos VII y VI a C cobra fuerza el desarrollo de la lírica solista en la isla de Lesbos, Mitilene y Samos.

Efectivamente, en la Grecia antigua el mayor desarrollo lo retuvo la danza coral, y los coros más antiguos son sólo de hombres o de mujeres. Normalmente podían mezclarse, por ejemplo cogiéndose de las manos; pero en general la danza tendió a mantener la independencia del bailarín precisamente para potenciar su carácter imitativo y su expresividad2. Otra característica que merece ser señalada es que, quizás a diferencia de la actual, la danza griega, aun siendo entendida como ejercicio corporal integral, estaba menos subordinada al movimiento de piernas: al contrario, es en las manos, un arte que se llamó quironomía, donde reside más el poder comunicador del danzarín (de hecho a esto le llamaron “hablar con las manos”, “bailar con las manos”); en este aspecto recuerda mucho algunos tipos de danza del extremo Oriente, que también hacen uso de la gestualidad manual para la expresión

DANZA GUERRERA

 Dentro de la práctica coral hay que destacar la actividad que se desarrolla en Esparta, centro musical más importante durante el siglo VII a C, donde tanto la música como la gimnasia son la base educativa de los jóvenes al transmitir los valores primordiales de moral pública y respeto a la ley. La órchesis entraba en el programa de educación griega, la paideía, sobre todo en Tebas, donde sus jefes militares más destacados eran grandes danzarines.

Hoy día es difícil hallar algo semejante en la sociedad occidental, pero en Grecia había danzas guerreras –en ellas sin duda el elemento cultual no estaba ausente– como la llamada “pírrica”, una danza que imitaba los gestos de los soldados en la batalla y procedente al parecer de Esparta; y el mismo Sócrates defiende “…aquellos que mejor honran a los dioses con los coros [i.e., bailando] son los más valerosos en la guerra [1]”. Esto no tiene nada de particular si se tiene en cuenta que hubo una tradición que consideraba la danza como fuente de juventud.

BAILES FÚNEBRES

Los «bailes fúnebres» se ejecutaban en las exequias y funerales. En los de un rey de Atenas, por ejemplo, una escogida tropa vestida de largas ropas blancas rompía la marcha.  Dos órdenes de jóvenes precedían al féretro circuido de otros dos coros de doncellas. Llevaban todos coronas y ramos de ciprés y formaban bailes graves y majestuosos al son de sinfonías lúgubres. Luego venían los sacerdotes de las diversas divinidades del Ática, adornados con los signos distintivos de su carácter. Caminaban lentamente y en cadencia, cantando himnos en alabanza del difunto rey. Los bailes fúnebres de los particulares ejecutados sobre este modelo eran proporcionados a la dignidad de los muertos. En primer lugar, el threnos, canto fúnebre que facilita el descenso del muerto al Hades y, en el caso de los dioses y héroes de la religión agraria, sienta las bases para su vuelta a la vida.

Un ejemplo de pompai o comos procesionales -coro en movimiento que realiza una acción cultual- es el threnos, o canto fúnebre. En el threnos el coro llora, lanza clamores, se golpea en el pecho, sumándose así al dolor. En el linos el cortejo está formado por los cosechadores que marchan con sus cestos precedidos por un joven que toca el phorminx [2]

BAILES DE CORTEJO

Los himenaos, que se cantan en las ceremonias de boda, en ocasiones ejecutados por grupos enfrentados de hombres y mujeres que representan el momento previo a la unión sexual. El banquete, donde sí se detecta canto solista ejecutado por el cantor que dirige la danza. En estas primeras manifestaciones de palabra cantada, ésta también asume un papel mágico-religioso, como es el caso de los estribillos repetidos a fi n de provocar la llegada de un dios.

La actividad poética de Safo se desarrolla en los thíasoi, cantos de culto a Afrodita, que constituían el instrumento principal para la iniciación de las doncellas en la vida matrimonial y los epitalamios o cantos nupciales. En “el collar”, que consistía en dos semicoros danzantes de jóvenes que se entrelazan formando una especie de cuentas de collar; en el ánthema, en el que los jóvenes también se interpelan haciendo referencia a los nombres de las flores, o en los bailes de los vendimiadores que describe Homero, donde parece que los bailadores imitaban la pisada de la uva. Un caso claro parece ser la llamada “danza del lagar” (epilénios órchesis), donde dos hombres danzan entrelazando simétricamente piernas y brazos, girando en torno a una corona, como si de una presa se tratase.[3]

 Los tambores y cornetas sustituyen a liras y aulos, la mímesis está contenida en los “pasos”: Cortejo y espectáculo unen a la colectividad, la cual impone su voluntad de que se perpetúe el ritmo de la vida dentro del tiempo litúrgico. Respecto a la danza circular, normalmente el coro se dispone en torno al flautista o citarista, un coreuta que encarna a un dios, o alrededor de un ara o símbolo de la divinidad. Los miembros del coro serán concebidos como acompañantes míticos del centro de la ronda, que se percibe como una presencia divina. Suelen sucederse dos momentos: el de la invocación al dios y el de su aparición.

La danza también es uno de los núcleos más importantes en la celebración de la boda, en la que el novio y la novia son los representantes de ambos sexos que les acompañan, por lo que la danza se convierte en una especie de enfrentamiento previo a la unión sexual, y los gestos se coordinan siguiendo el modelo de los rituales religiosos que celebran las uniones hierogámicas. De la misma manera la danza ocupa, según Platón un lugar destacado dentro del banquete, siendo la culminación del mismo. En este caso parece ser que canto y danza eran dos momentos separados que incluían la intervención de un solista.

DIONISIACAS Y APOLÍNEAS

Frederick Nietzsche rescata algunas de las características de la mitología griega para explicar su concepción de la naturaleza del arte; este se manifiesta en el mundo con la representación de dos deidades: Apolo y Dionisio. Cada una caracteriza una forma particular de interpretar la vida y ejercitarse en ella. Expone la necesidad legitima del arte gracias su concepción de la existencia, pues compartiendo la visión de Schopenhauer, considera que la vida es siniestra, terrible y trágica; el arte, de cierta forma, ayuda a no entregarse al pesimismo, a tener la capacidad de afrontarla mediante la transformación del mundo en un fenómeno estético.

Concibe a ambos espíritus como dos fuerzas de la naturaleza donde no intercede el hombre, pero que pueden apropiarse para algunos efectos de prácticas artísticas; tal es el caso de la tragedia, la música, las artes plásticas y la poesía épica.

Frederick crítica que la imagen de Apolo corresponde a una divinidad expresada en un mundo brillante y olímpico cuyas aparentes aspiraciones están estancadas. Pues la concepción que tenía de cómo se engendró en el pensamiento griego corresponde a “…la visión plena de éxtasis del mártir torturado apuesta a los suplicios”[4] es decir, la imagen que los griegos tuvieron que formar para soportar la tortura de la existencia. Los himnos délficos en honor a Apolo gozan de tanta popularidad como los dionisiacos El papel del coro, formado por las parthenias se reducía a la mímica, mientras que el corega dirigía la danza y cantaba el texto denominado hiporchemata (canciones para danzar o danzas de canciones).

En la segunda forma se encuentra la fuerza Dionisiaca, representada como el flujo de la vitalidad y el éxtasis. Pertenece al Dios de la embriaguez y por eso tiene esa vertiente fisiológica, caracterizada por el abandono de la voluntad. Es menos consiente pero permite abrazar con sinceridad la realidad, debido a que concibe el estallido del instinto, del fondo humano, desentraña la parte más oscura de la existencia. Nietzsche tiene preferencia a este espíritu, debido a que considera que es el verdadero liberador del ser humano que lo conduce a la reconciliación. Lo Dionisiaco no tiene un límite ni forma, es indefinido, desmesurado, voluptuoso, desbordante; tiene el ímpetu de la abundancia que conduce al hombre a la excentricidad, a la creación artística. En este estado el hombre abandona el principio de individuación para acercarse al concepto aristotélico de Unidad. Comprende que sólo aniquilando al hombre puede encontrarse realmente. Dionisio se encuentra en manifestaciones informes y temporales como la música, la poesía y la tragedia.

Sin embargo será el dithyrambos, el canto coral en honor a Dionisos, el más extendido a partir de mediados del siglo VI a C, cuando Pisístrato instituye en Atenas las “Grandes Dionisias”. La codificación y reforma de este género, atribuido a Arión, va a repercutir en otras manifestaciones de la lírica coral, e incluso sentará las bases del género trágico “sirviéndose de este arte, Dioniso sometió a los tirrenos, a los indos y a los lidios, y cautivó con su danza a pueblos tan belicosos con la ayuda de sus cofrades”.

Sí existe refrán del coro en el dithyrambos, que era cantado por un coro procesional y encabezado por un corego que hace de exarconte o solista, cuya función será invocar a Dionisos, acompañado por el coro para que se una en la celebración primaveral. Salazar afi rma que en su origen la danza dionisiaca no estaba organizada en grupos, o si lo estaba era en fi las que se romperían después para conducir a los coreutas a un estado de epilepsia individual. En estas fi estas dionisiacas cobran especial importancia las mujeres, convertidas en Bacantes sometidas al delirio y ebriedad orgiástica que genera la presencia del dios, donde danzaban y cantaban hasta alcanzar el trance de la voluptuosidad desenfrenada.

 

 

 

 



[1] cf. L. B. Lawler, The Dance in Ancient Greece, Londres 1964, p.11

[2] Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P 49

[3] Emmanuel, op.cit., p.234; G. Lambin, La chanson grecque dans l’Antiquité, París 1992, p.192.

 

[4] WILHEM Nietzsche, Frederick. Óp. Cit. Pag.25